78. Sexo
Gran parte de los seres humanos terrenos se deja oprimir sobremanera por los pensamientos que se refieren a las relaciones entre los dos sexos, el masculino y el femenino. Excluidos de ahí están tal vez solamente los irresponsables, que en general no se dejan oprimir por nada. Todos los demás, por más diferentes que puedan ser, buscan alguna solución, abiertamente o retraídos silenciosamente en si mismos. Existen, afortunadamente, muchas personas que precisamente a tal propósito anhelan por un indicador del camino cierto. Si, luego, se orientarían de acuerdo, es, además, una cuestión abierta. El hecho es, sin embargo, que se ocupan mucho con eso y que también en gran parte se dejan oprimir por la conciencia de que se encuentran ante esa cuestión de modo ignorante.
?Se buscó resolverla o conectarla a cuestiones matrimoniales, pero todavía no se acercó ahí de una idea fundamental satisfactoria, toda vez que también aquí, como por toda la parte, el objetivo principal es solamente que el ser humano sepa con qué tiene que lidiar! Por el contrario, jamás llegará a una solución. Le permanece la inquietud.
Muchos confunden ahí, muy frecuentemente, ya de antemano, el concepto cierto de la palabra “sexo”. La toman de modo genérico, cuando el verdadero sentido para eso reside mucho más en el fondo.
Si queremos tener una imagen cierta a tal respecto, no debemos ser tan unilaterales a punto de comprimirla en preceptos que solamente pueden servir a un orden social puramente terrena, y muchas veces totalmente opuesta a las leyes de la Creación. En temas tan importantes, es necesario profundizarse en la Creación, a fin de comprender la idea fundamental.
Denominamos el concepto, femenino y masculino, simplemente de dos sexos diferentes. La palabra sexo, sin embargo, hace con que la mayoría de las personas erre de modo incisivo desde el principio, porque involuntariamente en muchos pensamientos surge la ligazón con la procreación. Y eso es errado. La separación entre femenino y masculino en ese sentido, dentro de la grande acepción de la Creación, solamente tiene algo que ver con la más externa y densa materia gruesa. En el fenómeno principal, no.
?Qué es el sexo? El germen espiritual, en su salida del reino espiritual, no tiene sexo. Tampoco ocurre una división, conforme es admitido muchas veces. Divisiones son excepciones especiales, sobre las cuales volveré a hablar en el fin de esta reflexión. En el fondo, un germen espiritual permanece siempre algo completo en si. Con la concientización del germen espiritual en su peregrinación a través de la Creación posterior, por lo tanto, de la copia natural de la verdadera Creación, adquiere, como ya dije diversas veces, las formas humanas que conocemos, de acuerdo con el grado de su concientización, las cuales son copias de las imágenes de Dios, de los primordialmente criados.
Decisivo ahí es, pues, el modo de actividad de un germen espiritual. Es decir, en qué dirección tal germen espiritual, durante la concientización, busca desenvolver de modo predominante las facultades en él latentes, si de modo positivo, vigorosamente empujador, o de modo negativo, serenamente conservador. Hacia dónde su voluntad principal lo empuja.
Debido a su origen, él puede realizar ambos los modos, porque uno germen espiritual lleva todas las facultades integralmente dentro de si, tanto un modo como el otro. Él es en si totalmente completo. Depende solamente de qué él desenvuelve a partir de ahí. Y en la actividad por él ahora realizada, aunque en el inicio esa actividad consista solamente en fuerte desear, que se intensifica para fuerte anhelo, se moldea la forma. El positivo constituye la forma masculina, el negativo, la forma femenina. Aquí ya el masculino y el femenino se muestran reconocibles exteriormente por su forma. Ambos son, por sus formas, la expresión definida de la especie de su actividad, que escogen o desean.
El femenino y el masculino nada tienen que ver, por lo tanto, con el concepto habitual de un sexo, pero se?alan solamente el modo de actividad en la Creación. Solamente en la materia gruesa, tan conocida de los seres humanos, se desenvuelven, oriundos de la forma, los órganos de reproducción que comprendemos por masculino y femenino. Solamente el cuerpo de materia gruesa, es decir, el cuerpo terreno, necesita de esos órganos para su reproducción.
El modo de actividad en la Creación moldea, pues, la forma del cuerpo propiamente, la masculina o la femenina, de la cual el cuerpo terreno de materia gruesa es, por su parte, solamente una reproducción toscamente estructurada.
Con eso, se coloca también la practica sexual en aquél escalón a que pertenece, es decir, en el más bajo escalón existente en la Creación, en lo del puramente grueso-material, que se encuentra muy distante del espiritual.
?Tanto más triste es, pues, cuando un espíritu humano se somete de tal modo bajo el yugo de esa practica, perteneciente meramente al involucro más externo, a punto de tornarse un esclavo de eso! Y eso lamentablemente se tornó hoy tan generalizado, resultando en un cuadro, que muestra como el inestimable y elevado espiritual, bajo la camada de la materialidad más gruesa, voluntariamente, se deja pisar y detener abajo.
Es evidente que tal procedimiento antinatural haya que resultar en un fin nefasto. Antinatural porque, por naturaleza, el espiritual es lo más elevado en la Creación toda, y solamente puede reinar armonía en ella, mientras el espiritual domine como supremo, todo lo demás, sin embargo, permanecer abajo de él, incluso en la ligazón con la materia gruesa terrena.
No necesito aquí llamar la atención especialmente para el triste papel que representa una persona que curva su espíritu bajo el dominio del manto de materia más gruesa. De un manto, que solamente a través de él adquiere su sensibilidad, debiendo perderla de nuevo por el desnudar, una herramienta en la mano del espíritu, que necesita sí, de cuidados, a fin de que sea conservada útil, pero que solamente puede seguir siempre una herramienta dominada; ?pues en el orden de la Creación no hay comunismo! Donde éste amenace infiltrarse, resulta el colapsar como consecuencia incondicional, porque una tal parte tiene que ser alejada como enfermiza, para que la desarmonía no más encuentre acceso. Con un tal colapso, el efecto retroactivo en la Creación repara los puntos da?ados.
La forma espiritual, enteal y fino-material del cuerpo se modifica, apenas cuando un germen espiritual modifique su actividad. Si él pasa predominantemente del negativo hacia el positivo, entonces la forma femenina habrá que transformarse en masculina y viceversa; pues la especie predominante en la actividad moldea la forma. Sin embargo, el involucro de materia gruesa terrena no puede acompa?ar así rápidamente la modificación. Ése no es de tal modo mutable, por eso también es destinado solamente para uno período muy corto. Aquí se muestra entonces un cambio en las reencarnaciones, las cuales en la mayoría de los casos son numerosas.
Así ocurre que un espíritu humano peregrine a través de sus vidas terrenas muchas veces alternadamente en cuerpos masculinos y femeninos, de acuerdo con su sintonización interior en mutación. Y eso es necesario, para que todas las facultades de un germen espiritual lleguen poco a poco hacia el desenvolvimiento.
Yo ya dije que lo predominante en la actividad deseada es determinante para el surgimiento de la forma, porque un germen espiritual no actuará absolutamente de modo totalmente positivo y tampoco absolutamente de modo totalmente negativo.
Las facultades ahí no activadas permanecen entonces dormitando, sin embargo, pueden ser despiertas a cualquier momento.
Si, sin embargo, ocurra que un germen espiritual llegue a desenvolver todas as partes positivas, luego eso tendrá efecto tan fuerte por sobre las facultades negativas, no desenvueltas, que puede ocurrir un alejamiento, y luego también una exclusión, con lo que se procesa una división. Las partes de otra especie, así excluidas, son entonces obligadas a despertar por si, y tomarán naturalmente, en su cohesión, la forma opuesta, por lo tanto, la femenina. Éstos son entonces gérmenes divididos, que deben reencontrarse, para regresar como un todo. En general, sin embargo, un acontecimiento tal no debe ser supuesto.
La acepción de los seres humanos de que para cada persona exista un alma complementar, es correcta en si, pero no en el sentido de una división precedente. El alma dual es algo muy diferente. Ésta, ya acentué en mi disertación “El matrimonio” *(Disertación Nro 25) Un alma dual es solamente aquella adecuada a una otra alma. Es decir, un alma que desenvolvió precisamente aquellas facultades que la otra alma dejó dormir en si. Desde ahí viene luego una complementación total, resulta en un trabajar en común de todas las facultades del espíritu, de todas las positivas y de todas las negativas. Pero tales complementaciones no se dan solamente una vez, por el contrario, muchas veces, de manera que una persona, al desear una complementación, no dependa acaso exclusivamente de una otra muy determinada persona. De esas podrá encontrar muchas en su existencia terrena, bajo la condición que conserve pura y vigilante su facultad intuitiva.
Las condiciones de la vida para la felicidad no son, por lo tanto, de ninguna manera tan difíciles de cumplir, como parece a la primera vista a los semiconocedores. La felicidad es mucho más fácil de ser obtenida de lo que tantos imaginan. La humanidad sólo tiene que conocer primeramente las leyes que residen en la Creación. ?Si vivir en acuerdo con ellas, habrá que tornarse feliz! Hoy, sin embargo, ella aún se halla muy distante de eso y, por esa razón, aquellos que se aproximan de la Verdad en la Creación deberán sentirse, mientras tanto, solitarios en la mayor parte de las veces, lo que, sin embargo, de modo alguno lleva infelicidad, pero lleva en si una grande paz.